Teoría, práctica y fin


Las campanadas llaman a la puerta, les abro los oídos nuevos. Luz y fábrica de realidad entran a matarme los sueños, tú mejor sigue durmiendo. Que el tiempo aún está por inventar: no hay relojes, sólo cuerpos. El día huele a sangre: la riña de los gatos allá en un patio, y aquí no paramos de cavar trincheras.
Qué iluso, quería cambiarle el nombre a la guerra. Qué saben las palabras. Contenedores y neumáticos como un decorado de televisión. Uniformes, porras y adiós muchachos. Me contagiaste el inconsciente.
Pasado irreparable, presente imparable, futuro intocable.
No me volvería a preguntar por los días buenos. Sabíamos que esa no era ya la cuestión, ni para el mundo, ni para nosotros.
Mejor hablar en presente. Nos damos una despedida de ahora o nunca, como siempre. La verdad huyendo de las palabras y quedándose con la voz y el valor que se levanta.
El camino vuelve a ser tuyo. El camino vuelve a ser mío. Pero es como si no fuesen de nadie.

1 Balazos:

  MIGUELo

7 de julio de 2012, 16:52

Cuando la poesía y la prosa fornican sobre sábanas blancas terminan haciendo al artesano parir obras tan íntimas como esta.