21 Domingo

Hoy ha pasado algo que empeora, más aún si cabe, las cosas. Hugo sólo ha asesinado una vez en un mes y cuatro días aunque a mí me tiene muerto en vida. Todo el mundo cree que soy un maldito loco por meterme tan a fondo en este caso, incluída mi pequeña Elena que, hace tan sólo un par de horas, me ha llamado desde casa de su hermana. Por si fuera poco, García me ha insinuado la posibilidad forzosa de asignarme un compañero con el fin de que abandone "esta locura".

No entiendo por qué a nadie parece importarle este asesinato. Ha muerto una persona, se supone que nuestro trabajo es evitar que esas cosas pasen y, en caso de que pasen, encerrar al culpable, ¿no? Y además no es un asesinato corriente y eso lo sabe cualquiera de este departamento. He visto muchos crímenes, muchos cadáveres, horrores que nadie puede siquiera imaginar... Los más bajos instintos del hombre salen a la luz cuando éste comete un homicidio, cuanto más salen si además se ensaña y hay una premeditación clara... ¡Joder, hay una puta bestia suelta y sólo yo estoy dispuesto a darle caza!

Ha llegado el momento de abrir otra botella de bourbon.


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- Hola, soy Javier, pero todo el mundo me llama Mendoza.

Traté de sonar lo más amable que pude, pero aquel cabronazo sólo levantó un poco la cabeza y me dijo: "Siéntate ahí, Javi." Estuve allí sentado unos veinte minutos mirando cómo leía unos papeles mientras se bebía un vaso de bourbon barato tras otro hasta que, por fin, se decidió a hablarme.

- Mira Javi, te voy a...
- Mendoza, por favor -dije cortándole-.
- Mira Mendoza -continuó con cierto retintín-, te voy a hablar muy claro. NO quiero un compañero, NO he pedido la ayuda de nadie y menos la de un novato, así que pídele a García un cambio de compañero.
- Vaya, parece que es cierto lo que me habían dicho. Este caso te ha jodido bien. Mírate en esa foto, tan contento con la que presupongo que es tu mujer, mira tus condecoraciones y mira tu puto despacho enorme... Mírate ahora, no eres más que un puto amargado con la camisa sucia, barba de tres días y que apesta a alcohol.
- ¿Algo más?
- Sí. ¿Cómo es posible que un hombre con tus años de experiencia lo haya tirado todo por la borda por culpa del asesinato de una puta?
- Porque es el primero de la serie de asesinatos más brutal que esta ciudad haya vivido.
- ¿Qué? Definitivamente te has vuelto loco.
- Sí, estoy loco. Así que ya sabes, pídele el puto cambio de compañero a García.
- No sé por qué no te dejas ayudar.
- Nadie entiende nada, a veces ni siquiera yo, pero necesito... -hizo una pausa como si estuviera buscando la palabra exacta- atrapar a Hugo.
- Pero no tenemos nada. No hay ni una sola pista.
- La habrá, estoy seguro.

De repente sonó el teléfono. Lo cogió. Pude ver en la cara de aquel desagradecido una mezcla de alivio y de culpa. Colgó y salió corriendo del despacho tan rápido que casi no me había levantado de la silla cuando él ya había salido de la habitación. Salí a la carrera por los pasillos detrás de él.

- ¿Qué pasa? -le grité.

Desapareció por la puerta que da a las escaleras, le seguí aunque me sacaba bastante distancia.

- ¡¿Qué coño ha pasado?! -le grité por el hueco de las escaleras mientras le veía bajar a toda prisa dos pisos por debajo de mí.

Atravesó otra puerta y cuando la atrevesé yo, sólo tuve tiempo de ver como un coche salía del garaje a toda velocidad.

Teoría y práctica 2

Porque eres hoy, porque eres la mirada que nunca se repite. Eres el ruido sagrado que llena este mundo de oídos cerrados. Eres la melodía de los vientos que a veces nos deja callados. Eres solo una, o eres muchas. A veces todas. Jamás ninguna.

Eres mi última pregunta, vives en cada respuesta. Entre los giros, los hilos del tiempo, que el olvido se nos lleva. Vives tras los días, duermes desenvuelta. El destino ha muerto, nadie pagó sus deudas. Para que aprenda que no se puede subir tan alto sin tirar las tejas.

Para que mañana seas la luz del destierro, la tormenta en el desierto, el huracán de los despiertos, el fin de los abyectos, el as de los traperos, la a de los ateos. Para que tu locura saque a mi cordura de paseo. Para que no haga falta explicar nada. Para que llenes los vacíos que dejan las palabras.