Tarde, quizá.

Llegué tarde.

 El 15M me infesta el correo(entre otras muchas cosas). Que barata escusa.
Insomnio voluntario me trae acá.

 No tengo mucho que decir. Aun así...

 El viento sopla contra la ventana, o ella le hace frente, no se. Hermo, hace ya tiempo que no se de él.

 En esta ciudad cosmopolita puedes sentirte más solo que el carajo.
¿Que tiene de malo? No se.

 Deberíamos dicotomizar algo. Pareceremos interesantes. Pereceremos. El academicismo hace bullir (primera acepción) mi sangre. Verborrea que salpica las paredes, los proyectores y las presentaciones en "pogüert point". "A la mierda"
  Fernán Gómez, F. La vida. Algún lugar (19..)

 "Con esto, yo lo que quiero es dar una lección, por mis muchos años, yo puedo permitir este gusto, a todos los que creen que el futuro esta en sus manos y no en las manos, de los que se han apoderado del futuro de todos nosotros".
Ibid.

 En fin. Sed hombres de provecho. Así gustaréis a quien os coma.

 "Me retiré del teatro porque los espectadores me molestaban".
  Fernán Gómez, F. Op. Cit.

 Por cierto, llegué tarde.

Intromisión puntual (mas que el su ritmo no pare)

I
Acabo de ver a Dios, en Santiago. Llevaba un abrigo largo y andaba sin sentido de acá para allá, con pinta de padre de familia en plena catarsis dionisíaca. Se ha delatado porque, mientras canturreaba "Cuando la tarde languidece/renacen las sombras/Y en la quietud los cafetales vuelven a...", ha vomitado a chorro sin cambiar en nada su postura extremadamente erguida y señorial. El vómito le ha escurrido por el pecho y le ha empapado los zapatos, pero aún así ha seguido su letanía: "...vuelven a sentir/esta triste canción de amor/de la vieja molienda/que en el letargo de la noche/parece decir...", sin hacer ni puto caso al volumen de arjé que acababa de perder.

II
En la calle Gallegos. Silencio. Oigo a una pareja follando. Ella, o una de las ellas, emite gemidos y palabras ininteligibles con un timbre peculiar. Dice algo, con una voz igual de rara. Sigo andando. Veinte pasos más allá, por un balcón abierto, se escapa el llanto de un bebé. Una voz femenina le dice algo en tono dulce que transforma el llanto en risotada. La misma voz de antes, juraría. Einstein ayudó al desarrollo de la bomba atómica y a nuestra condenación, pero fuera de eso, debía tener razón. Relatividad. Veinte pasos míos, nueve meses y pico en la vida de la desconocida acústica.

III
Me acabo de diagnosticar criptorquidia moral, con hipertrofia compensatoria en el par descendido.

IV
Hay golpes en la vida tan fuertes... ¡Yo no sé!

Y pesan y derrumban. Abren grietas y hielan dentro, por joder. Para jodernos. ¿Sabes los siameses? No sé a qué puerta hay que llamar. Cierro esta. Me veo fantaseando con ametrallar con una automática la balconada de la sede de "Radio María". Hermanos, acabo de descomprender por completo el concepto de voluntad de poder. Negras tormentas agitan los aires, pero han aprendido de antaño: no se dejan ver. Cuando me marche, reina mía, no me olvidaré de ti. Y no explotes, escafandra, que de tus ojos penden los hilos que manejan al títere. Tienes en ti lo que el tiempo niega a la tierra, no lo derrames. Chirrían las alas del abejaruco.

V
Juan Salvador era una gaviota. Zorbas, un gato. Lo leyó cuando chico en unos libros. Ahora experimenta si a base de respirar aire de mar podrá llegar una noche a visitar los fondos abisales sin necesidad de máquinas. Guarda cientos de garrafas cerradas herméticamente, rellenas de su valioso gas. Y cada amanecer, al volver de su ya rutinaria inmersión en el pozo de agua salada que hay en la sierra, abre con cuidado una de ellas. No se deja ningún detalle al improviso: deja a mano un orinal y un cubo lleno de algas resecas con que aliviarse. Antes de que la rosca del tapón termine de completar su giro, ya se está abalanzando, nariz en ristre, sobre su aire sagrado. Reconoce al instante el momento en que recogió aquella brisa. Y cuando sus pulmones se inundan del olor a sal, yodo y cierto regusto a diosa, vuelve a ver las olas empujándole contra las rocas, a Casiopea reinando en el norte y a la resaca que aquella noche pudo más que su afán de ser una gaviota submarina, un gato porteño en el abismo.



So long

Espero retomarlo pronto (la biblioteca es una amante celosa).

Mandaré postales.

Teoría y práctica 1

Dicen que si anda, el mundo gira tras sus pisadas. Dicen que si habla, el viento se calla para escucharla. Dicen que si se mira, los espejos se declaran inútiles, no la saben reflejar. Que si llora las tempestades se agotan. Dicen que es normal. Pero le gusta darse misterio, y nada más. No sé qué dicen que ocurre en su sonrisa. Cuando abre sus manos a la lluvia. Cuando sueña con entregarse a la vida. No sé qué dicen. Qué ocurre cuando ama. O cuando odia. Lo averiguaré, fuera de líneas.

Porque se dicen más cosas de las que se hacen, quería hacértelo por escrito.

Remake

Gracias, Miguelo, por reinaugurar.

Me sumo al evento con un "Vive la Hermographie!".

16 Domingo

"Y con su lanza en ristre, cabalgó y cabalgó y cabalgó hasta extenuar a la pobre y sanguinolenta yegua. El jinete tuvo un acto a priori misericorde, se acercó a donde su montura yacía y lentamente desenfundó su espada. Una vez que la luna terminó de peinarse en su filo, ésta se abrió paso por la panza del animal. Cuidadosamente, nuestro héroe comenzó a tirar de las tripas y a cortarlas para después irlas guardando en pequeños tarros que ocultaba bajo su vestimenta. Por alguna maniática razón, también se las apañó para romperle los cascos en mil astillas y además le cortó las crines de tal manera que pudo ponérselas como una especie de peluca.

Hugo Montreaux"

Volví a guardar aquella maldita nota en el cajón. Ese hijo de puta veía una especie de poesía en lo que hacía. Violó y asesinó a aquella pobre chica, luego le hizo todo tipo de barbaridades al cadáver y dejó esa maldita nota. No tenemos manera de saber si la llevaba escrita o la escribió en el momento, pero yo estoy convencido de que la escribió allí mismo, probablemente mientras se fumaba el cigarrillo que encontramos. Me dan náuseas sólo de recordar la escena del crimen, no he visto en mi vida un cuerpo tan destrozado ni una cara de terror tan desencajada como la de aquella pobre muchacha.

El miedo, siempre es el miedo. Todos estos depravados impotentes disfrutan viendo el miedo en sus víctimas. Supongo que es normal quedarse paralizado, pero por una vez, me encantaría que alguien le pateara los cojones a esos hijos de puta, que se los patearan hasta hacerlos una papilla y se rieran después de su miedo.

Este caso me está haciendo polvo, he vuelto a beber, he vuelto al tabaco negro y casi no veo a Elena... He perdido la cuenta de las noches que llevo durmiendo en el despacho y he gastado más dinero en cafés que en comer, pero es que no puedo dejar que pase el tiempo y ese cabrón siga suelto, necesito atrapar a Hugo, necesito ver su cara entre rejas... ¡Necesito que esto acabe!

Esa nota... El muy hijo de puta se cree un héroe y además describe su modus operandi, me pone enfermo, se debe creer un genio. ¿Qué demonios hará con las tripas? Joder, no aguanto más, me voy a la calle a buscar a ese diablo.

Por los que no hemos echado

Aquel tic-tac era improvisado, ni siquiera nacía de un reloj. El tic rebotaba en todas las cosas del salón, el tac se nos quedaba bien dentro. El humo borraba tus tatuajes de felpa y secaba el tímido sudor de mi frente. Las cortinas, testigo mudo de este cambio del minutero a las horas, nos miraban con descarado interés. ¡Qué baile más salvaje, qué nocturna alevosía! De las horas al minutero y vuelta a empezar. Mares de boca humana, marabunta de yemas de dedos, viento que sopla al oído entrecortados himnos fruto del deseo. No me grites, chíllame, arráncame la espalda, déjame sin piel. Muérete conmigo.

Me desperté, que nos entierren juntos otra vez.

La misma muerte

A él lo llamaron de mil maneras. Sus padres le pusieron *****, dejémoslo ahí. Lo excepcional es que fue un hombre que bien pudo nacer sin nombre, el Eterno. Dicen que llegaron a inventar un sonido nuevo, jamás escuchado por alma humana, sólo para invocarle. Su piel había llevado encima todas las pieles del Pueblo, desde aquel día que los vengó a todos. Nunca se las quitó, porque quiso vivir sin frío el resto de sus días.
Nació donde el mundo se había parado, vivió con prisas y sin pausas, murió un día de primavera bajo el puente de los Santos, con la libertad del que sólo se posee a sí mismo. Alertaron los niños, que cada tarde salían a jugar allí entre los escombros: a buscar tesoros, a vivir soñando. A veces el viejo errante inventaba historias para ellos. Cuentos extraños, pero divertidos, como aquel del coyote que comía miedo o el de los ladrones benditos. También les hablaba de una realidad de leyenda, la suya.
Que era un paria, un olvidado, un nadie, un nada, que un día fue invencible, que nunca debió creérselo, que los gringos se cagaban de miedo, que un balazo podía doler mucho pero no más que un corazón roto, que los recuerdos son infinitos pero el tiempo nos los va a robar, que si volviese estaría dispuesto a cometer cada uno de sus errores; que por más vidas y nombres, teorías, creencias, leyes, verdades a medias o mentiras que llenen el mundo, ya sean de unos o de otros, la muerte es igual para todos.

10 de abril

"Hace ya dos años y medio que estoy aquí", se dijo mirándose al espejo.

Le había crecido la barba.

El Hombre, El Joven y un Viejo

Pusimos las letras a disposición plena del boli y éste se empeñó en encadenarlas al papel. Sus lágrimas de sangre noble impideron que pudiéramos leer. El Hombre agitó los brazos sin entender nada, decidido ya a prenderle fuego al papel, pero entonces el Viejo quiso echarle un vistazo a aquello que provocaba la cólera de su embravecido hermano. Meses después este Viejo meneaba sus gafas en el aire, haciendo aspavientos de locura, sus cabellos arrancados y su barba alterada. Compró vino, fue a buscar a El Hombre y en mitad de sus delirios, cuando ya tenían la hoguera encendida y habían invocado a los dioses para que dieran sepultura eterna a ese infernal papel, El Joven surgió fugaz de entre las sombras, embarcado en una nube de humo que parecía hacerle levitar del suelo, quizás esa tendencia a volar era lo que hacía que se empeñara en empozarse el alma de plomo y, como un Prometeo cualquiera, cogió el papel aún entero y huyó a la velocidad que huye alguien a quien no persigue nadie.

Dos años y pico después volvieron a encontrarse aquellos tres peregrinos de la vida, en las mismas circunstacias que aquel primer encuentro que no ha sido narrado. El papel maldito casi había consumido a El Joven, la vida de El Hombre mejoró notablemente tras abandonar el papel, pero el regreso de éste le había hecho regresar a él también y del Viejo, baste decir que tuvo altibajos, pero acabó remontando la ola por obra y gracia del mundo y sus hermanos y ahora cabalgaba feliz buscando qué cabalgar. Ni siquiera hablaron, todos sabían que había que hacer y así pues, hicieron el papel muchos trocitos y los lanzaron al aire, viendo en su blancura teñida de sangre real cientos de palomas que alzaban el vuelo. Habían comprendido al fin que las palabras se las lleva el viento, pero el abrazo entre iguales se hace roca.

Guau guau

Culo de fresa, yo pongo la nata. Tú eres la chica de hielo y yo el que suda el whiskey.

Las imágenes se sucedían absurdas, vernos a través de aquel proyector no tenía sentido, yo sólo tengo ojos para tu boca, estoy deseando que me muerda. Sesenta años ya y si me besas ahora me muero aquí mismo, si no, esperaré cien años más. Tengo celos de las palomitas.

Ángel del cielo, yo pongo tus nubes. Tú eres Chernobyl y yo un niño mutante.

Recuerdo los paseos a la orilla del mar, te hablaba de olas como un tonto mientras tú me hablabas de aquel vigilante fornido. La crema corría por tu espalda, aún me estremezco al pensar mis manos por ella. Despertar es como morirse.

Luz del día, yo pongo las noches. Tú eres la china y yo el tabaco rubio.

No puedo más con tanto alcohol te decía mientras te sujetaba el pelo. Fuimos a comer al bosque y tallamos en un árbol nuestros nombres, esta noche he ido a poner que me trataste como a un perro y te amo, luego me he ahorcado aquí, justo encima de tu tumba. Sácame de paseo en el infierno.

Iósiv saluda a los presentes

(Dice "hola" a los guerreros de corazón y tecla que aquí pelean lealmente, contra viento, marea y probables nubes radiactivas venidas del Japón. Dice "salud" a quienes conservan lo acordado a pico y pala, y a quienes aún resisten la embestida de los necios)

Aló, Salud, Famiglia.



Prefacio
¿Volverán las cornetas zagalinas
a desnudar con su soplo las fatigas?


Mondongo
¿Retornará alada de sapiencia la espesura
de las barbas del Valiente don Rodrigo?
¿Alzará de la tumba al sol el fuego
que cubre la faz de mi buen Ícaro?
¿Dará canciones Hermo con sus manos
y sabrá conjugar como el más grande?
¿Sabrá reconocerse en el espejo
la innombrable mujer que en Ella habita?


Coda
¿Sabré yo saber saber y sabiendo sin saber seguir sabiendo?

P.S: Godgui, te ilustraré.

Los otros nombres

El Errante duerme sobre un sueño de noches inacabadas. Sus imágenes cambian constantemente, el tiempo le abre sus puertas. Sabe que los segundos son suyos. Que puede dominarlos, hacerlos durar cuanto quiera. Se contraen sus ojos soñadores de tanto deslumbrarse, se llenan de recuerdos aún estando cerrados. Se abren sobresaltados sólo con la Pesadilla, escanciadora de aguas pasadas, imborrable como la muerte. Nunca es el mismo coche, ni la misma carretera. No se repite la canción de la radio. Pero Ella va siempre a su lado. Tiene el brillo que heredó de los soles inmortales. Afuera, a través de los cristales, ven al mundo revelarse, otra mentira que no quisieron creer. El aire se inflama precediendo al estallido. Los segundos no dan más de sí, ¿por qué tuvimos que medir el tiempo con esa nadería? Maldita obsesión de reducirlo todo a pedazos. Lee en la mirada y en los labios que le están hablando. Todo va a salir bien. ¿Me oyes? Todo. Y volverás a la tierra, no tendrás que huir. Serás el hombre que siempre quisiste ser.

Por la noche

Soy nocturno, como un terror, como una polinización accidental adolescente, como un búho con mucho tiempo libre, como un late show, como las putas vestales, como un whiskey doble con hielo y un cigarro, como la funda de tu almohada, como el césped que soporta nuestro peso mientras vemos juntos las estrellas, como el viento helado que apuñala mis labios, como esa sensación de que la ciudad duerme mientras tú la pisoteas, como Redtube y la paja que le acompaña, como la lectura de salmos profanos antes de dormir, como cuando nos conocimos, como el cine de verano, como las vomitonas, como un opositor a Morfeo, como el brillo de los ojos de un lobo, como el vaho, como las luces de neón, como cuando a tí te gustaba llevar los pantalones y a mí que me los quitaras, como lo que desconoce el Sol, como un Sábado, como Diciembre, como morirse dulcemente, como un turno de guardia, como el cartel de cerrado, como una actuación de cómicos en un bar, como lo prohibido y sin embargo tú eres un desayuno.

Cenizas

Hemos vuelto a nacer de ramas de encina seca, cada uno de nosotros pieza de un puzzle finito, de padre hacha y abuelo hombre. El fuego hará nuestros hijos y estos con el tiempo, serán basura en el mundo que hereden. Algunos podrán volar y escapar en un destello, muriendo al poco como la madre en el parto. Serán bengalas de emergencia que adviertan al gordo que quiera bajar que no lo haga, que allí al fondo solo aguarda el infierno.

El tiempo pasa a través de tus puntos, los estiramientos de tu mecedora son el compás de un segundero particular y las agujas que meneas alegremente y con maestría atemporal, evocan a las manos de Penélope. Te gusta mirar nuestra tumba, donde damos nacimiento a cadáveres con un futuro peor que el nuestro. Sólo abandonas tu atalaya privilegiada bajo necesidad imperiosa, cansada de mirar lo que ocurre al otro lado de la ventana, has decidido mirar sólo a la nuestra, que muestra una vida monótona y previsible, pero has aprendido a ver que cada retazo de ella es único e irrepetible.

Al final no somos tan distintos nosotros y tú, ¿sabes? Porque polvo somos y en polvo nos convertiremos.

Las otras vidas

El Extraño vive bajo el puente de los Santos. Cada día sale a buscar con qué hacer la hoguera. Algo tiene que arder. Papelotes, papelinas y cartones, papelones, reciclados o malgastados, sucios, y hasta mojados. Él sabe reusarlo casi todo. Se conforma con un fuego pequeño, que dé vida a los huesos que por poco le sostienen. Porque el hombre es viejo, viejo como el puto mundo. Y su piel es mitad carne y mitad cicatrices, medio amor medio guerra, un poco de acero y mucho de tierra. A veces cree que el puente va a abrirse en dos y van a dejar de molestarle los coches que le ahogan el sueño. El Extraño ha muerto muchas veces, a su manera, y está cansado. Algunos días se pregunta cuántas vidas tiene, pero sólo siente una. Se acuesta al lado de su sombra, y espera el día en que el cielo caiga sobre el puente. Está seguro de que los santos irán a robarlo, porque allá arriba harán falta buenas infraestructuras, y eso nadie lo pondría en duda. El Extraño sabe que el paraíso no es para él, y se ríe imaginando santos sicarios que van por ahí, bajando al Infierno en túnica y sandalias. Llora porque él también fue ladrón y hacía milagros.